El Karategi, lienzo de vida

Por el Profesor José Alfredo Espíndola Flores

Mayo 18, 2021.

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Al estar lavando mi Karategi me pasó algo curioso, pues reflexioné sobre este tema, que es muy importante para los alumnos y para los propios profesores. Realmente este es un ejercicio de humildad como muchos de los que existen en el Karatedo.

En tiempos pasados los Kohai (後輩) como parte de su aprendizaje lavaban el uniforme de su Senpai (先輩), en ese tiempo el Karatedo no era sólo un deporte, los pupilos lo hacían por respeto y agradecimiento, ya que los Senpai muchas veces los guiaron en la práctica y comportamiento con el Sensei (先生), así mismo les explicaban e instruían en técnicas avanzadas, esto les ayudaba para ser considerados para subir de jerarquía.

En lo personal he sido afortunado pues esta actividad la realicé con mis Senpai José Luis González Sánchez e Ignacio Lugo Beltrán, quienes me ayudaron a superarme en este hermoso arte, y por supuesto siendo Uchideshi de Imai Kazuo Sensei la realicé con su uniforme varias veces, esto me fomentó un gran sentido de la responsabilidad ya que al lavar su karategi me confiaban uno de los elementos más preciados dentro del Karatedo. Lejos de dar a notar marcas de estas prendas.

Pues lógicamente al adquirir un uniforme de principiante la tela (Gabardina) es mucho más sencillo de lavar, recuerdo que un vecino que en alguna ocasión había entrenado, tenía un Karategi de una calidad un poco más alta (Lonetilla), charlando con él me dijo:

“Me he dado cuenta que eres dedicado y veo que no faltas a tus entrenamientos, además ya estás trabajando en tu Dojo, yo ya no practico y no me queda ya mi uniforme, así que te lo regalo”

Esto sucedió más o menos por el mes de Junio del año 1987, tenía casi seis meses de ser el secretario de Imai Sensei. Por supuesto que lo “estrené” al siguiente día que me lo dio mi amigo Jorge Sánchez, que por cierto me llevaba 15 años de diferencia de edad. Al verme mi Sensei con mi uniforme “Nuevo”, me propuso que una parte de mi sueldo lo conservaría para pagarle un Karategi Shureido que había traído a otro alumno que ya no pudo pagárselo, pues me explicó que con ese me sentiría más cómodo y tendría tres para turnarlos en su uso y estar siempre presentable.

Ese mismo año en el mes de Octubre mi maestro viajó a Japón y por supuesto yo sentí la diferencia al usar un Karategi con corte y tela japonesa, le pedí si podía traerme uno, pero ahora mi curiosidad era probar uno de la marca Tokaido como los que usaba él. Y como podrán imaginarse ya nunca dejé de usar uniformes de esta calidad, a excepción de mi situación económica.

Con estas grandes adquisiciones conllevan a cuidar la inversión hecha en estos artículos: la manera de lavarlo de este fue para mi todo un proceso de investigación y experimentación, preguntando con mis Senpai que tenían esta calidad de uniforme fui desarrollando una manera más efectiva, quien medio un método que me convenció y enriqueció fue mi Senpai José Luis González Sánchez, esto se complementó con mis métodos.

Los tiempos han cambiado,y he visto  que los maestros no le hemos dado la importancia debida al cuidado y respeto a nuestro gi (Uniforme). 

Con esto los alumnos sin nuestra guía, solo ven su karategi como una prenda más, muchos no conocen el origen de este y la importancia que tiene.

En la actualidad existen muchas marcas en el mercado las cuales emulan la calidad de los uniformes japoneses, con lo anterior los nuevos practicantes han confundido el tener un Karategi de tal calidad como si tuviesen el video juego de moda o una camisa o vestido de tal diseñador, convirtiéndolo solo en un artículo común y corriente y de supuesta distinción.

Me da tristeza que muchos profesores solo lo ven de una manera ególatra y superficial; mis Senpai y mi maestro me enseñaron que este elemento es quien recibe nuestras frustraciones y aciertos, que llega a ser nuestra segunda piel, como tal se debe de cuidar, no importando su calidad o marca; y que este nos identifica como un arte que fomenta valores y cultura. 

Lavando mi karategui me di cuenta que es un ejercicio de humildad muy íntimo como cuando nos bañamos, en ese momento sabemos que somos vulnerables y necesitamos de una prenda para sentirnos seguros.

En lo personal me encanta lavar mi uniforme pues siento que lo limpio a conciencia, que con esa acción desecho muchos de los problemas y conflictos que he vivido y que durante el tiempo que lo uso me ayuda a poder encontrar soluciones y tranquilidad.

Actualmente muchos de los alumnos no se preocupan por asearlo de la manera antigua o tradicional y esa es con sus propias manos, inclusive esta acción funge como valor para los alumnos, ya que pueden aportar ayuda a sus padres responsabilizándose del aseo de su ropa.

Hoy en día se limitan a lavar su uniforme en la lavadora, sin ponerle atención a las manchas que tiene, estas para mi representan algún problema que ya superé o que tengo que poner más atención en el que aún existe, y al lavar la mancha es como borrar de mi ese problema y la que persiste pienso cómo la voy a solucionar y pronto quitarla de mi vida.

Tal vez algunas personas no lo ven de esa manera, pero cuando entré a entrenar Karatedo me dí cuenta que es una actividad que me hace concentrarme en mi mismo olvidándome de todo lo demás durante el entrenamiento, es como refrescar la mente y encontrar al término del ejercicio la solución o ver desde otra perspectiva la vida.

Todos tenemos errores y virtudes, como el karategi tiene partes menos usadas que otras y cuando lo lavamos es cuando nos damos cuenta de ello, el ocuparnos de su limpieza de manera manual es como una extensión de nuestro entrenamiento, y donde descubrimos nuestros errores y aciertos. El meterlo a la lavadora es como decirle a un compañero que entrene por mí, no habrá un descubrimiento para mi crecimiento personal. 

Cuando encuentro una mancha en el karategi al lavarlo a mano, muchas veces recuerdo porque se manchó así o por lo menos reflexiono cómo se ensució, tal vez hice mal un básico, al hacer abdominales solo estoy apoyando solo un lado de mi cadera, o no estoy juntando mis codos a mis costados, en mi patada estoy sacando la rodilla, son huellas que vamos dejando en ese hermoso lienzo llamado karategi.

También me he dado cuenta que el mismo karategi lo podemos utilizar como un test de salud, pues nosotros conocemos el color de nuestro sudor al quedarse impregnado en él, conocemos el aroma que despedimos, y cuando uno de estos cambia detectamos una deficiencia en nuestro organismo, así como una mejoría, como anécdota uno de mis uniformes me dio la señal que debía tomar más agua y llevar una dieta balanceada.

Muchos de mis alumnos que han dejado de practicar, los he invitado a volver a entrenar y me argumentan que no tienen tiempo, mi pensamiento es, no tienen tiempo o no quieren darse tiempo, creo que ya se acostumbraron a la lavadora.

El karategi como se pueden dar cuenta no solo se limita a ser una prenda, es nuestra carta de presentación, una prueba de salud, un corrector de técnica y muchas veces un motivador para entrenar. 

Una vez mis tíos quienes me animaron a entrenar Karatedo me llevaron a una exhibición de Iaido cuando llegamos vi a una persona japonesa mayor que caminaba con bastón, entró al vestidor, en ese momento pregunté que quién daría la demostración y me dijeron que precisamente el profesor que acababa de entrar al vestidor, mi pensamiento de niño y neófito en el ambiente fue, “Pues creo que va a estar muy aburrido el evento”. Cuando salió portando su Iaidogi lo vi ¡¡Caminando completamente normal!!, Cuando hizo su exposición con cortes y movimientos precisos me sorprendió muchísimo, pues se transformó completamente.

Ya con años practicando Karatedo y tomando mi reflexión inicial, pienso: 

Es aquí donde me doy cuenta de lo hermoso y noble que son las artes marciales, pues cuando nos cambiamos nuestra ropa normal por algún uniforme Marcial, dejamos a un lado nuestros problemas, preocupaciones y cansancio.

Y como arte nuestros uniformes nos dan lienzos para ir construyendo un hermoso mural el cual si queremos será nuestra mejor versión de nosotros mismos en nuestra vida.




José Alfredo Espíndola Flores.





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